Gijón – Barcelona, un puente goleador con escala en la Selección
- Francisco Rodríguez Collazo
- 13 sept 2021
- 6 Min. de lectura

* Imagen vía: El Comercio
En esta crisis del Coronavirus nos estamos dando cuenta de que lo más importante de lo más importante es, por supuesto, la salud y el valorar todo lo que uno tiene en la vida, como por ejemplo el poder abrazar a tus seres queridos, y que lo más importante de lo menos importante es el fútbol, por lo menos para mí. Nuestra pelea contra la pandemia está llena de dificultades, pero con personalidad, la que tenemos y la que adquiriremos tras este reto de la vida, y generosidad la superaremos. El mundo está en pausa porque los aviones duermen, y la ruta Gijón – Barcelona no está latiendo, pero un día cumplió los sueños de cuatro asturianos: Quini, Luis Enrique, David Villa y yo. Los cuatro nacimos en Asturias, los cuatro marcamos goles en Mareo (yo sin portero pero en definitiva los marqué) y los cuatro viajamos a Barcelona para cumplir nuestros sueños.
Superación, personalidad y generosidad. Sporting de Gijón, Barcelona y Selección Española. Quini, Luis Enrique y David Villa. Tres características de la vida, tres equipos de fútbol y tres futbolistas y personas con sus propias historias de superación. Los tres, en diferentes etapas y de forma escalonada, cumplieron esa ruta Gijón – Barcelona con una continua escala en el equipo de todos los españoles. Aunque para todo ello tuvieron que superar muchas dificultades al inicio e incluso a lo largo de sus carreras profesionales, forjar la personalidad necesaria para derrotar dichas dificultades y alimentar una generosidad hacia aquellas personas de la vida que les ayudaron a levantarse cuando se habían caído. Mareo es la cuna de los goles de la Selección Española y de los mejores Barcelona de toda la historia, pero para recorrer ese duro camino en lo interior y glorioso en lo exterior, Quini, Luis Enrique y David Villa tuvieron que dejar atrás muchas piedras.
En toda la historia ningún futbolista español ha logrado más ‘pichichis’ que Quini (7). Ni Zarra, ni Santillana, ni Pirri, ni Di Stéfano, ni Butragueño, ni Fernando Torres, ni Raúl ni tampoco su hijo deportivo David Villa. Quini tenía el talento innato del gol, pero hasta los goleadores, que son los que poseen la virtud mas preciada en el fútbol, sufren en esa etapa juvenil donde existen muchas ganas de comerse el mundo. Un mundo le costó al ‘Brujo’ ganarse un puesto en el once titular cuando llego al Sporting de Gijón, pues por aquel entonces (década de los 60) en los partidos no existían los cambios y solo jugaban los once jugadores del inicio.
Quedarse después de los entrenamientos a disparar a las porterías de Mareo, ya teniendo ese talento natural del gol, le sirvió para ganarse un puesto en el once titular de su Sporting, además de a la afición rojiblanca y al fútbol mundial siendo catalogado como uno de los mejores goleadores del momento. Llegó al Barcelona, donde todo parece fácil al estar rodeado de los mejores jugadores del mundo, pero Quini tuvo que adquirir una personalidad muy fuerte para poder ser titular en un equipo donde, por ejemplo, ‘competía’ por un puesto con Maradona. El delantero asturiano tenía 31 años, una edad en la que muchos futbolistas comienzan la irremediable cuesta abajo que directamente los conduce a la retirada. No fue el caso de Quini, quien ganó dos pichichis en sus dos primeras temporadas como azulgrana.
A pesar de ser el máximo goleador del Barcelona, Quini también tuvo que pelear para ganarse un puesto en la Selección Española, donde ya estaban asentados Santillana, el punta del Real Madrid, y Satrustegui, el '9' de la Real Sociedad, equipo que junto al Athletic Club de Bilbao ganaba la mayoría de las Ligas de la época. Fíjense como hasta el goleador del momento tiene que desarrollar una personalidad compleja para superar tantas dificultades. La vida seria muy sencilla si todo lo pudiéramos hacer solos, pero no, en muchos momentos necesitamos que alguien nos eche una mano. Pudiéndose retirar en el Barcelona o en cualquier super equipo, Quini decidió ser agradecido con el club, su Sporting de Gijón, que le dio todo desde el inicio de su carrera hasta el último segundo de su vida.
Quini le pasó el balón a Luis Enrique, quien recorrió la misma ruta Gijón -Barcelona con escala en la Selección Española, y también forjando una personalidad muy particular debido a todas las dificultades a las que se enfrentó y se sigue enfrentando. No es fácil ser la estrella del Sporting, llegar al Barcelona y jugar de todo menos de delantero. Lucho no protestó, y sí trabajó, peleó y ya todos sabemos lo que significa Luis Enrique en la historia del Barcelona y para su afición. Luis Enrique le fue agradecido al La Braña, equipo de fútbol base en Gijón donde jugó desde los 14 años hasta su último año de juvenil. Su primer entrenador en La Braña fue Ismael Fernández, quien vio algo diferente en aquel delantero que corría, marcaba goles, corría de nuevo y parecía no cansarse nunca. Siendo infantil, jugaba con los juveniles porque nunca se arrugaba y no le tenía miedo a nada.
Una tarde, ya con 18 años, Luis Enrique estaba recogiendo los balones al final del entrenamiento y le preguntó a Ismael: "¿Crees que jugaré algún día en Tercera División?", a lo que su entrenador le contestó: «No, no, vas a ser futbolista profesional». Unas semanas después de aquella conversación, el gijonés fue convocado por la selección asturiana para disputar un partido en El Molinón ante otra selección territorial. Aquella tarde anotó tres goles (uno de chilena) y por la noche equipos como el Espanyol y el Real Valladolid llamaron al teléfono de Ismael. Luis Enrique no le guardó rencor a su Sporting y le perdonó que con 14 años lo rechazaran a él y a Abelardo por ser bajitos, y se fue al club rojiblanco cuando incluso lo seguían el Real Madrid y el Barcelona. Luis Enrique no ha olvidado a su primer entrenador, a su «maestro», como llama cariñosamente a Ismael Fernández, a quien habitualmente le pide consejos.
David Villa es el último asturiano formado en Mareo en recorrer el mismo camino que Quini y Luis Enrique pero que, a pesar de ser el máximo goleador de toda la historia de la Selección Española, también ha tenido que superar muchas adversidades para llegar hasta donde ha llegado. Muchos goles en el Sporting, el Zaragoza, el Valencia y en la Selección Española, pero ganarse un puesto en el mejor Barcelona de la historia y posiblemente el mejor equipo de fútbol de toda la historia es harto de complicado, llames como te llames y marques los goles que marques. Villa se ganó el puesto, pero para ello tuvo que adquirir una personalidad basada en el trabajo y el sacrificio. Acostumbrado a ser el punta, con Messi aún jugando de falso 9, el asturiano tuvo que jugar en la banda, algo nuevo para él y lo cual le exigió ayudar más defensivamente de lo que lo había hecho con anterioridad, pero finalmente aportó todo su talento innato de cara al gol para ganar todos los títulos posibles.
Nada de lo conseguido ha sido por casualidad, sino por trabajar, luchar por un sueño y superar todas las dificultades que se encontró por el camino. Como por ejemplo en su etapa juvenil en el Langreo, cuando sus goles parecían que lo iban a llevar al Sporting, pero el primero de aquella generación de futbolistas langreanos en entrar por la puerta de Mareo fue Andrés Guerra. David pudo haberse desanimado, pero fue Andrés Guerra quien después le abriría la puerta de Mareo a Villa. Sus vidas tomaron un rumbo distinto cuando llegaron al filial rojiblanco. Villa subió al primer equipo y Andrés se quedo en el Tuilla y en la Tercera División asturiana. Quien le pudo quitar su sueño, hizo que finalmente lo cumpliera. Villa se lo agradeció y agradecerá siempre. Ahora Andrés Guerra es uno de los mejores amigos de David Villa y su mano derecha en los diferentes proyectos que ha tomado. Era difícil pero, con personalidad y generosidad, Quini, Luis Enrique y David Villa cumplieron sus sueños recorriendo el mismo camino. Hagamos nosotros lo mismo con el Coronavirus.
* Artículo publicado el 30 de marzo de 2020 en el medio digital 'VIP Deportivo'
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