top of page

La imaginación suscitada por un futbolista inmortal desde su propia imaginación


La mayor virtud que posee un niño/a, además de la inocencia y sobre todo la curiosidad, es la imaginación. Y, al mismo tiempo, el mejor atributo del que puede presumir un adulto es el de en ningún momento de su trayecto en el círculo de la vida dejar de ser un niño, de darle a la vida el sentido que le daría cualquier niño. La virtud puede ser entendida como algo por lo que primero procesamos una profunda admiración, después pasa a ser un sueño de tener algún día en nuestro interior, y que finalmente se va labrando en el tiempo hasta que se convierte en un organismo vital más de nuestro cuerpo. Si el corazón deja de latir, la vida deja de ser vida. Sin embargo, si la felicidad, la reina de las virtudes, de cada uno de nosotros no es encontrada, la vida con vida es menos vida. Lo mismo ocurre con la imaginación, la piedra filosofal que guía a los adultos que nunca dejan de ser niños. Yo, como seguramente muchos de ustedes, he tenido, tengo y tendré el miedo instalado de perder a ese niño que, por fortuna, todavía llevo dentro de mí mismo. El goteo de estímulos externos que te susurran al oído ser un joven viejo es constante, mientras que la sequía de incentivos que te animen a ser un viejo joven cada vez es peligrosamente más acuciante. La tendencia indica que localizar el agua debajo de la tierra va a ser una tarea todavía más ardua de lo que ya lo es, pero el fútbol, con sus mejores y peores épocas de magnetismo emocional, continúa erigiéndose como uno de los más concurridos puntos de encuentro para aquellas personas que renunciamos a despegarnos de uno de los instintos naturales más primarios del ser humano. Quién nos iba a decir en el verano del 2009, atosigados por tantos problemas en la cotidianidad de las personas de a pie, que en los siguientes 14 años un chico francés de Lyon que fue agraciado con un don para hacer un arte preciosista y efectista con una pelota llamado Karim Benzema iba a ser uno de los principales culpables, bendita culpabilidad, de que nuestros ‘yo niño’ siga latiendo muy fuerte dentro de nuestros seres gracias a su contagiante espíritu imaginativo.


Tirando del carrete de la memoria hacia atrás, uno de mis primeros recuerdos, más bien ‘flashes’ porque era muy pequeño, es el de, como el más ingenuo y crédulo de los niños, estar viendo en la televisión imágenes sobre algún acontecimiento del pasado, las cuales se visualizaban en blanco y negro por su antigüedad, y pensar que antes la gente y el mundo era en blanco y negro. Presientan

ustedes hasta qué insospechados niveles llegaba mi sentido de la imaginación. En mi cabeza sobrevolaba la idea de que mis abuelos y mis padres nacieron en un mundo apagado y triste, y que de repente apareció un superhéroe que salvó al planeta y a la humanidad repartiendo todo el color que un malvado villano nos había quitado. Desde entonces, y ya con una percepción más desarrollada, madura y consciente de la realidad de la vida, quizás debido a esa primera experiencia vital, he adquirido un gusto por engancharme a los documentos y diferentes contenidos audiovisuales relacionados con el pasado y emitidos en blanco y negro. De hecho, con el Fran de niño intacto y coleando, sigo soñando todas las noches con al día siguiente levantarme siendo un superhéroe, con tener en mi mano un poder. Mi deber cada noche es hacer borrón y cuenta nueva para afrontar el día siguiente con la mejor predisposición posible, pero mi placer cada noche es soñar con despertarme al día siguiente siendo un superhéroe. Mi almohada es consciente de que mi anhelada virtud no es la de volar ni nada que se le asemeje, sino más bien la de tener la capacidad de regresar al pasado y vivir in situ, así como mejor se conocen las cosas y los hechos, los acontecimientos más históricos. El poder de estar en el sitio histórico, pero sin derecho a roce. Así como no pretendo conocer el futuro, tampoco me veo en la potestad de modificar el pasado. En lo que atañe al fútbol, utilizaría el poder para, sobre todo, disfrutar del talento de una serie de futbolistas, de elegidos por los dioses del balón, que los más sabios de la materia colocan firmemente a la misma altura del que, para un veinteañero como esta persona que junta letras en este humilde artículo, entendía que era un futbolista inalcanzable por ningún ser de la tierra: Leo Messi. Precisamente, uno de esos futbolistas brillantes atestiguado por la palabra de la experiencia es el también argentino Alfredo Di Stéfano.


Millones de aficionados al fútbol en todo el mundo con menos de 60 años de edad no han tenido la envidiable fortuna de disfrutar de un futbolista que marcó una época porque fue él quien la inició, porque fue el primer gran crack de este deporte, porque fue el primer gran influyente y responsable de que el fútbol sea a día de hoy uno de los espectáculos humanos más atrayentes. Sin la aparición de un superdotado como Di Stéfano que aceptó, quiso y puso su inigualable talento al servicio de todos, el fútbol del presente, a todos los niveles englobados que los han convertido en algo mucho más significante que una simple disciplina deportiva, no se entendería. Lo cambió por dentro, atreviéndose a romper varios moldes, clichés y el statu quo que imperaba en aquel entonces con puño de hierro, e intrínsecamente por fuera al ofrecer algo diferente a lo común que empezó a captar la mirada y cautivar las emociones de muchas más personas. Sin contar con el poder de poder regresar al pasado, la frustración engullía dolorosa y lentamente a mi esencia de niño al ser infructíferos los intentos de imaginarme ver jugar a Di Stéfano mientras los más sabios del lugar me relataban con tanta pasión sus peripecias por el 105x78. Cerraba los ojos, centraba todos mis esfuerzos en cumplir con la misión, pero el vuelo a la década de los 50 y 60 del pasado siglo nunca llegaba a despegar. Tuvo que aparecer, también en el Real Madrid, también con un 9 a la espalda cuando en realidad podía asumir la responsabilidad de llevar todos los números de la infinita lista, un atacante en su máxima expresión para darme el necesario empujón que me hiciera deslizar libremente por el tobogán de la imaginación. Durante los últimos tres lustros Karim Benzema me ha llevado cada semana desde su imaginación sobre el verde a imaginarme estar en el Chamartín de los 50 y 60, a disfrutar del Real Madrid de las cinco copas de Europa, a ver cómo Di Stéfano aparecía por todos los lados del campo para hacer aún mejores jugadores a los Paco Gento, Ferenc Puskás, Raymond Kopa…Messi me ha hecho imaginar a Maradona desde su talento más puramente futbolístico, pero es que Benzema ha ido un paso más allá al hacerme imaginar a Di Stéfano desde su propia imaginación en el campo. La conexión con Benzema era directa, sin turbulencias, natural, fluida, mágica, sensacional…Benzema es el superhéroe que le ha devuelto el color a mi imaginación, al mayor sustento de mi ‘yo niño’.


Alfredo Di Stéfano creó de la nada la figura de mediapunta, la especie futbolística que por excelencia más imaginación transmite al espectador, y Karim Benzema se ha encargado de, además de darle valor, convertirla en una pieza única en el mercado. El francés cogió el testigo del argentino para certificar ante las generaciones que no disfrutamos de Di Stéfano el significado real y verdadero del ser y estar del mediapunta. Con su fútbol, Benzema nos ha trasladado hasta el Di Stéfano jugador para comprobar que ser mediapunta es ser mucho más que ese futbolista que sólo pretende dar una asistencia para salir en la foto de la portada del periódico de mañana. Ser mediapunta te demanda tener las aptitudes y actitudes de ser el mejor centrocampista de todos y al mismo tiempo ser el mejor delantero de todos. Ser mediapunta te exige adaptarse a todo tipo de escenarios del juego. Ser mediapunta te solicita poseer un conocimiento del juego que traspasa la línea de lo excelso y que te obliga a no dejar de enriquecerte conceptualmente. Ser mediapunta te reclama asumir el rol de poner tu talento al servicio del colectivo para hacer mejores jugadores a los que te rodean, superar las adversidades en forma de críticas por ser tan bueno y pensar tanto en el crecimiento de los demás más que en alimentar el propio ego, y asumir en los momentos complicados el papel de líder. Y por encima de todas las cosas, ser mediapunta te exhorta a ser muy impredecible, muy imaginativo. Di Stéfano fue todo eso y Benzema, siendo también todo eso en un contexto mediático mucho más feroz en cuanto al lanzamiento de ataques externos, ha depositado la reliquia del mediapunta en un relicario prácticamente inaccesible. Ha ensalzado tanto su estatus que ya no existen mediapuntas de facto entre los mortales. Benzema, delantero total e inmortal, es el penúltimo mediapunta de la historia del fútbol.


Sin hacer ruido, deslizándose y flotando en silencio como una bailarina de ballet, pero con sentido cómo hace en el campo y cómo hacía que yo caminase por mi libre albedrío por la ruta 9,5 del mediapunta, incluso hasta en su fría despedida haciéndonos imaginar cómo habrá tomado una decisión de tal magnitud y trascendencia, Karim Benzema se va del Real Madrid y del fútbol español tras estar 14 años consecutivos pintando auténticas obras de arte por nuestros campos. Por mí, y por muchos entendidos del juego del fútbol, el francés se ha ganado el derecho a decidir su futuro, a dejar al Madrid con deberes muy complejos de realizar en este verano porque para sustituirlo no pululan verdaderos mediapuntas entre los mortales, a aprovechar la globalidad del fútbol germinada por Di Stéfano y propulsada, entre otros, por el propio Benzema, para cumplir un sueño religioso. Bonito y elegante tanto dentro como fuera del área, a la par que efectivo y determinante, es difícil quedarse con una pieza maestra en concreto. Son tantas en cantidad, en calidad y tan inesperadas un segundo antes de mostrarse al mundo…Muchos de ustedes volveréis al pasado para recordar a Benzema por ser un futbolista que os hizo soñar. Yo, en cambio, recordaré a Benzema por regalarme el poder compartido de volver al pasado, de imaginarme estar en el antiguo Santiago Bernabéu viendo al mismo tiempo a dos mediapuntas en uno. Benzema le ha dado alas a mi imaginación, desde su propia imaginación, para disfrutar de ‘la Saeta Rubia’. Benzema, un jugador imaginativo que constantemente me hacía imaginar. Un futbolista inmortal en mi memoria que ha cuidado con tacto y dado cobijo al niño que yo y muchos de nosotros llevamos y llevaremos siempre dentro de nuestro ser.

 
 
 

Comments


Publicar: Blog2_Post

Formulario de suscripción

¡Gracias por tu mensaje!

©2021 por Francisco Rodríguez. Creada con Wix.com

bottom of page