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Estrategas faltos de pasión por la estrategia


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*Imagen vía: El Mundo


En los veranos en Valencia de Don Juan el periódico que llega a mi casa es ‘El Comercio’. La sección deportiva del diario decano de la prensa asturiana siempre abre, a excepción de que ocurra algún acontecimiento de grandísima relevancia como lo han sido los Juegos Olímpicos en este mes de agosto, con la actualidad del Real Sporting de Gijón. Me he fijado que en las últimas semanas los compañeros encargados de transmitir la información y dar su opinión sobre el equipo asturiano han nombrado con cierta asiduidad el nombre de Toni Clavero. ¿Quién es Toni Clavero? Es el ayudante de David Gallego y el segundo entrenador del Sporting. ¿Por qué regularmente están nombrando al segundo entrenador del Sporting? Desde la pasada temporada, el club rojiblanco no está destacando en demasía en las jugadas de estrategia. No marcan goles a balón parado y, a pesar de que tampoco reciben tanto como otros equipos, el rival suele rematar con peligro y cierta facilidad. Ante un actual fútbol español tan lento y previsible en su juego, la estrategia se ha convertido en un factor clave en el proceso de generar ocasiones de gol y romper la igualdad. Por ende, el debate tanto dentro como afuera de los clubes en gran parte se está centrando en las jugadas a balón parado. ¿A quiénes apuntan y apuntamos? Muy pocos al jefe del cuerpo técnico y muchos al encargado ‘exclusivo’ de dicha parcela. En el mundo del fútbol se ha instalado el pensamiento de que el máximo y, lo peor de todo, único responsable de los malos o buenos números en la estrategia es el segundo entrenador. No creo equivocarme cuando digo que esto hace 10 o menos años no pasaba.


El presente artículo lo he abierto con el caso del Sporting porque es el que más cerca tengo de casa, pero también me podría referir a cualquier otro club. En cada partido vemos como, cuando un equipo va a atacar o defender una jugada a balón parado, se produce una sustitución en el banquillo. Se retira el entrenador principal y entra en escena el segundo entrenador. Parece que el entrenador nos envía un mensaje donde pone que ahí sale a quien debemos apuntar en caso de que el equipo sufra o no aproveche las ahora tan importantes jugadas a balón parado. Acaba la jugada y se produce un nuevo cambio en el banquillo. Se retira el segundo entrenador y vuelve a entrar el entrenador principal. Parece una tontería, pero tampoco creo equivocarme si digo que hace 10 o menos años estos movimientos de banquillo en ese determinado momento del juego no pasaba. Entonces, ¿Qué ha ocurrido? Será que al entrenador, estratega de nacimiento, ya no le apasiona la estrategia pura o que durante la semana no ha adquirido el suficiente conocimiento sobre la estrategia a emplear en el partido como para quedarse en su lugar natural. Desde afuera tengo la sensación, y como si lo llevara al curso de entrenadores, de que la estrategia ya no es una clase imprescindible para un entrenador, sino que se ha convertido en una materia electiva cuando debería ser la que más créditos aportara. Y yo me pregunto: ¿Por qué? Esa pregunta también se la hacen o deberían hacer los entrenadores convertidos desde el minuto cero en estrategas para desafiar todas las hipótesis.


Me parece muy positivo que los futbolistas de ahora tengan más y mejores herramientas de apoyo. Que en cualquier cuerpo técnico haya especialistas de la propia estrategia, del análisis táctico, de la preparación física o del trabajo con los porteros lo único que trae consigo es el mejoramiento del futbolista y, por ende, del equipo y del fútbol. Un alumno perfecciona sus conocimientos acudiendo a clases particulares, pero, al final, la responsabilidad del crecimiento o decrecimiento del niño recae, además de en el muchacho, en el profesor o tutor del colegio. Para lo bueno y lo malo, el entrenador es la cabeza visible y es él a quien el futbolista quiere demostrar su valía a partir de lo aprendido con los ayudantes y a quien nosotros debemos apuntar. Con todo esto del ‘cambio’ de entrenador en las jugadas a balón parado y de que toda la responsabilidad del trabajo de estrategia sea asumida en su totalidad por el segundo entrenador me hace intuir que el jefe del equipo no está tan involucrado en las diferentes secciones de trabajo. Cada miembro del cuerpo técnico es especialista en un área determinada, pero cada miembro debería estar totalmente involucrado en cualquiera de las otras áreas. Y al final, como líder y máximo responsable, es el entrenador quien debe dar la cara y mantenerse todo el partido en la línea. Da la sensación de que, siendo un trabajo en equipo, cada uno hace una cosa y cada uno asume las consecuencias de su mal trabajo en su parcela designada. El éxito o la derrota debe ser atribuido a todos los integrantes, pero el mismo debe ser asumido públicamente por el mayor representante. Lo contrario no creo que represente el trabajo en equipo ni la valía de un líder. En la historia ya hemos tenido bastantes cabezas de turco…

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